Hoy presto mi atención astrológica a partidos de tenis del US Open que enfrentan a jugadores con domicilio en el extrarradio de la fortuna, más allá de los límites pudientes que mi imaginario ha decidido ubicar allende del número cien en la clasificación de la ATP. Por ejemplo, mientras escribo estas líneas el brasileño Ricardo Mello (135) intercambia esforzados raquetazos con el australiano Cris Guccione (200). Mello (21/12/1980) nació con el Sol bajo el paraguas del aventurero y filosófico Sagitario, y, por casualidades del calendario, arrimado al carácter romántico hasta la lágrima de Neptuno.
Su raqueta la mueve un voluntarioso Marte en Capricornio, que se cuadra militarmente ante las órdenes despóticas de Plutón, obsesionado en elaborar papilla de carne con cualquier rival que cuestione a Mello incluso el color de su muñequera. No lo va a tener fácil el brasileño: la posición actual del mayor censor del firmamento, Saturno, se opone a la voluntad paciente, pero inflexible, de su Marte natal, aunque las vitaminas que le está aportando un buen aspecto del optimista Júpiter pueden remediar en parte esa limitación, y hasta salvarla si resulta que hoy el cielo ha decidido que no es un día de alegrías para Guccione, su contrincante.
Este australiano de evidente origen italiano, como declara a gritos su apellido, nació encantado de conocerse a sí mismo: un Leo ( 30/7/1985) voluntarioso, con el Sol apoyado sobre el hombro de un Marte con vocación de ocupar el centro del escenario a cualquier precio, y con los mismos instintos plutonianos que presenta Mello en su carta natal. Los tránsitos sobre las cualidades marciales de Guccione parecen empeñados hoy en restarle puntos, y, como sugiere la oposición de la Luna, el favor del público.
La hora torera que dio inicio a las hostilidades, 17:00 hora española, favorece al brasileño. Sin el menor convencimiento, y con descarada ventaja, (Mello ganó el primer set 7-6 y va por delante en el segundo, 2-1) pronostico,- con desvergüenza, sí- , que el brasileño se alzará con la victoria. Y agosto que no acaba, ni su locura de predecir el futuro.
En el torneo de tenis que viene celebrándose estos días en la larga isla de Nueva York, el español Fernando Verdasco se enfrenta hoy al ruso Nikolay Davydenko. ¿Queréis saber quién va a ganar? Yo, tambíén, así que voy a jugar un rato a lo imposible.
Fernando Verdasco
Este chico con cara de no haber roto jamás un plato nació bajo la sombra de Escorpio (15/11/1983), signo empeñado en buscarle siempre tres pies al gato propio y ajeno. Su Marte, sumergido en la discreción meticulosa de Virgo, nos dibuja un perfil de guerrero más atento a los detalles que al conjunto, y con ciertas dificultades para imponer su voluntad, forzado por un aspecto de Neptuno, que le cuadra con saña. Sin embargo, los tránsitos de carácter más que amistoso que Júpiter, Saturno y Venus, lustre de alta calidad para sus armas, están efectuando sobre los planetas encargados de diseñar el plan de ataque de sus muñecas, han llegado hoy con la promesa de una victoria. Entonces, ¿ganará? No sé, antes demos un vistazo al rival.
Nikolay Davydenko
Nacido bajo la curiosidad insaciable de Géminis (2/6/1981), Davydenko parece poseer a primera vista un armamento de mayor calibre que el del español. Marte, domiciliado en el tozudo Tauro, y aliado de nacimiento con el optimismo desbordante de Júpiter y la prudencia de Saturno, resultan un pasaporte diplomático válido para cruzar todas la fronteras del éxito, siempre que el impetuoso Urano, dispuesto a llevarle la contraria a perpetuidad, no le crispe los nervios más allá de lo debido. Davydenko llega al encuentro de hoy con hambre de batalla, la que le provoca el tránsito de Marte, empeñado actualmente en convertir el círculo de su Sol en un cuadrado.
Sólo con esos datos en la mano, y lamentando la ausencia de otros muy fundamentales , como la hora de nacimiento de ambos jugadores, pero sin olvidar la brújula de la hora prevista de inicio del encuentro, dictamino con poco convencimiento y menos entusiasmo que Davydenko se alzará con el triunfo. Y que termine agosto ya, y con él la locura de leer el futuro.